El cáncer es una enfermedad que no sólo afecta a nivel físico. Además de los síntomas y de los efectos secundarios propios del tratamiento, el cáncer deja una huella a nivel personal como resultado de los desajustes que la enfermedad supone en la dinámica personal y familiar, de la incertidumbre que provoca y, una vez superado, del miedo a la recaída. Esta herida emocional no la sufre sólo el enfermo, sino que también afecta a todo su entorno. En ambos casos, los profesionales recomiendan pedir ayuda médica para hacer frente a los diferentes efectos psicológicos que puede causar la enfermedad, como estrés, depresión o ansiedad, entre otros.
Tener cáncer te cambia la vida. Es la voz de la experiencia de todos aquellos que han pasado por la enfermedad, ya sea en primera persona, como es el caso de pacientes o familiares, ya sea como experiencia del contacto permanente con éstos, como es el caso de los profesionales sanitarios, principalmente.
La Fundación Instituto Valenciano de Oncología (IVO) cuenta desde hace más de 25 años con una unidad de Psico-Oncología. El equipo, compuesto por las psicólogas Rocío Romero -coordinadora de la unidad-, Pilar Llombart y Ana García-Conde, ayuda a que los pacientes y sus familiares integren la enfermedad en su día a día y aumente su percepción de control y confianza durante el proceso. «Nuestro trabajo es ayudar a la persona a que aborde su enfermedad de una forma diferente a como hace habitualmente cuando está abrumado. Es decir, que se sienta capaz de gestionar una situación nueva que nunca pensaría iba a tener que atravesar. En estas condiciones, lo normal es que la vida se paralice y todo gire alrededor de la enfermedad. En este sentido, nosotras conseguimos que la persona se serene y pueda decidir mejor cómo está dispuesta a vivir a partir de este momento», apunta Rocío Romero.
Las terapias individuales y grupales que se realizan en la unidad de Psico-Oncología de la Fundación IVO tienen claros beneficios como la mejora en la calidad del sueño, la disminución de la fatiga o el aumento de la tolerancia a los tratamientos quimioterapéuticos, que contribuyen a la mejora del bienestar general de pacientes y familiares. Además, las terapias contribuyen principalmente a cambiar la manera de afrontar la enfermedad, ayudando a mejorar los vínculos con el entorno social y familiar. «Nuestro objetivo es contribuir a regenerar el desequilibrio vital que provoca esta enfermedad, así como aliviar las alteraciones emocionales reactivas (ansiedad y depresión, principalmente). Todo ello junto con la posibilidad de experimentar la enfermedad como una oportunidad para producir cambios positivos en su vida», afirma Ana García-Conde.
El trabajo siempre se inicia con terapias individuales en las que se analiza la situación personal de cada paciente. La unidad de Psico-Oncología del IVO se caracteriza por trabajar de manera personalizada, muy orientada a entender la situación y necesidades de cada paciente. Rocío Romero explica esta metodología: «en las primeras sesiones nos enfocamos en lo más sobresaliente: el sufrimiento y angustia que acompañan a la situación de enfermedad, aliviando los síntomas psicológicos. Tras un trabajo de varias sesiones abordamos otros aspectos problemáticos de la vida del enfermo que puedan estar interfiriendo en su estabilidad emocional».
Además, las sesiones individuales se complementan con terapias grupales, que siguen dos líneas de intervención. Por un lado, desde la Psicología Positiva y el Sentido, cuyo objetivo es enseñar a identificar las emociones positivas, las fortalezas, el crecimiento personal y la resiliencia. Como explica Pilar Llombart «sobre todo aprender a tomar consciencia de su propia vida teniendo la intención de tomar una nueva dirección en su camino». La segunda línea de intervención está basada en la Atención Consciente, para ayudar al paciente a vivir el presente y afrontar situaciones difíciles, disfrutando y normalizando la vida.
Los psicólogos,un trabajo de acompañamiento, orientación, asesoramiento y consejo.
El paciente acude cuando existe sufrimiento emocional demandando él mismo la intervención o cuando el equipo sanitario (o la familia) lo detecta.
El papel del psicólogo inicialmente es la evaluación, diagnóstico y tratamiento de las distintas alteraciones psicológicas que puedan surgir desde el diagnóstico al seguimiento e incorporación a su vida, o el final de esta. «El psicólogo, por su parte, realiza un trabajo de acompañamiento, orientación y asesoramiento en la resolución de conflictos y distintas problemáticas que surgen durante el proceso (cómo informar a los hijos, toma de decisiones, etc)» indica Pilar Llombart.
El paciente oncológico, una percepción de doble amenaza provocada por la COVID-19
El paciente oncológico con su enfermedad ha comenzado a desarrollar la habilidad de gestionar el sufrimiento y los cambios vitales. También ha comenzado a asumir pequeñas o grandes pérdidas (de roles, de actividades, …) Todo ello hace que el impacto de la pandemia le afecte de manera diferencial. Aunque, Ana García-Conde destaca «la percepción de doble amenaza, no solo por su enfermedad, sino ahora por otra enfermedad que podría supuestamente poner en peligro su vida de una manera definitiva». Si antes ya se sentía distante de su mundo, ahora esa distancia se multiplica dado que siente que ha de estar doblemente protegido. Por otra parte, las treguas en la libertad de movimiento a la población general le afectan poco, dado que en muchos casos viven en un confinamiento y aislamiento autoimpuesto por su enfermedad. Todo ello agrava los trastornos mentales pre-existentes, la soledad, el aislamiento social y familiar, el miedo al contagio y la incertidumbre de una realidad incontrolable.